jueves, 21 de enero de 2016

"La viuda alegre", de opereta a "music hall"

Los madrileños Teatros del Canal recuperan esta producción del bilbaíno Teatro Arriaga en la que una de las operetas más taquilleras de la historia se transforma en un musical de altos vuelos por obra y gracia del director de escena Emilio Sagi.


Sagi firma un montaje de una sola pieza, sin interrupciones, dotándolo de su inconfundible sello personal y atendiendo al más mínimo detalle visual, donde dramaturgia, ritmo escénico y dirección de actores se ajustan óptima y perfectamente a las convenciones músico-teatrales tanto del género de la opereta como del musical en que reconvierte La viuda alegre.

Belleza de la forma e intencionalidad de divertir y regocijar al espectador se ponen al servicio de este espectáculo ciertamente redondo en lo escénico, en el cual Sagi se apoya en un sólido equipo de colaboradores con los que consigue un más que satisfactorio acabado general, como la deslumbrante escenografía de Daniel Bianco, que retrata magníficamente el lujo y la ostentación de los aristocráticos salones de la embajada del Barón Mirko o el pícaro y descarado ambiente de los cabarets parisinos; el exclusivo vestuario de estética años veinte debido a Renata Schussheim, y, finalmente, las variopintas coreografías de Nuria Castejón al estilo music hall, especialmente elogiables en la escena zíngara del Vilja y en el desenfrenado baile de can can de las grisettas que se desarrolla en el deshinibidor local Maxim’s, tan mencionado por el conde Danilo, una escena donde la provocación se hace especialmente evidente por parte de cierta animada bailarina travestida.


Lo anodino e intrascendente del argumento y la banalidad de las situaciones teatrales presentadas en el texto de la obra original (aquí traducido muy libremente en ocasiones por un mago del gag cómico como es Enrique Viana), no sirven más que para centrarse casi exclusivamente en los vibrantes y seductores pentagramas de Lehar, una música bailable por definición que a constante ritmo de vals y de polca distrae, encandila al respetable y le hace copartícipe del animado clima festivo al que está continuamente asistiendo desde sus butacas.

El espectáculo sigue la costumbre en el musical de amplificar por megafonía las voces de los cantantes en los números musicales, a pesar de que, quizá por lo complicado de una partitura repleta de verborrea musical, se percibe que en ocasiones no se consigue que se descodifiquen ciertas frases.


El elenco vocal posee en general instrumentos muy ligeros que se amoldan convincentemente al estilo demandado, como la voz del tenor Guido Balzaretti en Camille o la de la soprano Silvia Luchetti en Valencienne. Sin embargo, es en las voces graves masculinas donde se halla un canto lírico de especial impostación, como las de los barítonos Antonio Torres y David Rubiera en Danilo y Barón Mirko Zeta, respectivamente, adecuándose ambos de forma satisfactoria al carácter requerido de sus personajes, galán y seductor el primero, diligente anfitrión y celoso tanto de la patria como de su mujer, el segundo.

La protagonista está encarnada por la célebre actriz televisiva Natalia Millán, que hace escénicamente suyo el personaje de la acaudalada viuda Hanna Glavari, dotando a su interpretación musical de un registro grave, y a la teatral de una presencia y un poder de seducción que hacen girar a todos los demás alrededor de sí, y que, en definitiva, convienen muy pertinentemente a los nuevos mimbres que ha adquirido la opereta. La partitura de Lehar ha sido arreglada para esta nueva versión escénica por Jordi López, que la recrea con soltura y animación al frente del Ensemble de la Orquesta Sinfónica Verum, con tendencias a ritmos vivaces y muy marcados en los tiempos de baile.

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