jueves, 19 de mayo de 2016

Zarzuela en el Auditorio: festejando a San Isidro

Un año más la Fundación Excelentia ha celebrado su Gran Gala de Zarzuela en el Auditorio Nacional con motivo de la madrileña fiesta de San Isidro. Algunas de las piezas más granadas del género lírico español debidas a autores como Chueca, Soutullo y Vert, Serrano, Moreno Torroba, Vives, Luna, Giménez, Chapí, Guerrero, Lleó y Penella, se dieron cita en la noche del 13 de mayo, aunque se echaron en falta más piezas de zarzuela netamente madrileña. En este caso, a los conjuntos estables de esta institución, Sociedad Coral Excelentia de Madrid y Orquesta Clásica Santa Cecilia, se han sumado dos solistas vocales de reconocido renombre en los escenarios líricos del momento: la soprano María Rodríguez y el tenor Alejandro Roy.


Al frente de todos ellos, como en años anteriores, el experimentado maestro valenciano Miquel Ortega, que, pese a su sobriedad, procuró lo mejor de una orquesta que posee un estimable nivel y muchísimo potencial, tendiendo no obstante hacia dinámicas que se antojaron como demasiado forte, como en el preludio de La alegría de la huerta con que dio inicio la gala. La segunda parte abrió con una pujante versión del Fandango de Doña Francisquita que sustituía (?¿) al inicialmente previsto intermedio de La pícara molinera. El coro, distinguido recientemente con el premio Efe a la Cultura, y que se presentaba ataviado con la indumentaria típicamente castiza, dio muestras de conocerse el estilo y el repertorio zarzuelístico que ha cantado infinidad de veces, a pesar de un aislado despiste al quedar rezagado un sector del coro respecto a la orquesta en los primeros compases de la ronda de enamorados de La del soto del parral, fruto quizá del momento inicial. Fue un chistoso acierto, eso sí, separar del resto y ataviar al efecto a tres integrantes del coro femenino para el disparatado coro de viudas de La corte de Faraón.

Si bien el tenor asturiano comenzó cantando en una tesitura muy spinto y entonando en forte la romanza "Bella enamorada" de El último romántico sin aportar una gama demasiado amplia de matices en cuanto a fraseo -exhibiendo siempre y en todo momento su potente caudal y asombrosa proyección vocal que alcanzaba cada rincón de la sala-, a medida que fue avanzando la velada lírica, fue calibrando su instrumento, consiguiendo un mayor grado de finura y refinamiento en el "Paxarín tú que vuelas" de La pícara molinera, cantado con una expresión a flor de piel, o en el dramático dúo de Amapola e Iván de La leyenda del beso que daba cierre a la segunda parte.

La soprano vallisoletana María Rodríguez es siempre una cantante muy solvente en todo el repertorio lírico que interpreta, pese a que su voz carnosa en ocasiones suena demasiado pastosa y con una exagerada tendencia al vibrato y una cierta emisión nasal que destiñe un tanto el acabado de sus aportaciones, unido al hecho de que la hace perder levemente la estabilidad de la afinación vocal. Brindó sendas romanzas de Rosa de Los claveles y de María de La tempranica muy dignas expresivamente pese a ciertas tendencias al grito que dejó atrás en una sobresaliente recreación de un número de gran colorido vocal y rítmico como es la romanza de Blanca de La fama del tartanero ("Mi copla que de mi pecho al brotar"). Ambos cantantes se amoldaron magníficamente, haciendo estallar de nuevo el aplauso emocionado del público, en los dúos de La leyenda del beso y La generala.

Las propinas no se hicieron esperar, y María Rodríguez regaló una chulesca y llena de gracia interpretación del Chotis del Elíseo madrileño de La Gran Vía, y los dos intérpretes dieron el broche de oro a la cita lírica con una versión recortada del dúo de Soleá y Rafael "El Macareno" de la ópera El gato montés. Una velada, en suma, que, al menos, no defraudó y cumplió las expectativas.

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